LA ACTRIZ CHARLOTTE GAINSBOURG Y LA DIRECTORA JULIE BERTUCCELLI CONSTRUYEN UNA CONMOVEDORA FÁBULA SOBRE EL DUELO
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EL ÁRBOL LLEGARÁ A LAS SALAS EL PRÓXIMO MES DE JUNIO Entre los últimos trabajos de Charlotte Gainsbourg destacan su nueva colaboración con Lars Von Traer en la película Melancholía y su campaña como imagen de Balenciaga |
Cuenta Julie Bertuccelli, directora de este film que clausuró la pasada edición del Festival de Cannes, que El barón rampante, de Ítalo Calvino, siempre fue un fetiche para ella y que ante la dificultad de obtener los derechos de adaptación, estuvo soñando con la historia de un árbol hasta que un amigo puso en sus manos Our father who art in the tree, de la australiana Judi Pascoe. En esta novela, un conocido bestseller, se hablaba de la niñez y de la fuerza de la imaginación, de la invención como medio de sobrevivir, del poder imparable de vida afirmándose sobre la tristeza. Y a partir de ella nació El Árbol, una película protagonizada por Charlotte Gainsbourg (Premio a Mejor Actriz en Cannes por Anticristo, Lars Von Trier), que, cercana a fábula, nos introduce en el mundo, casi fantástico, de una mujer, Dawn, que tras la muerte inesperada de su marido, debe hacer frente al dolor y cuidar de sus cuatro hijos, pero que se ve sorprendida cuando su única hija, Simona, de ocho años y la que más echa de menos a su padre, afronta el duelo de la pérdida a través de su imaginación. Simone comparte un secreto con su madre: su padre le susurra cosas a través de las hojas del magnífico árbol que se alza cerca de la casa familiar. Convencida de que su padre ha vuelto para cuidar de la familia, Simone pasa cada vez más tiempo encaramada al árbol, hablando con su padre. Dawn también empieza a sentirse cautivada por la imponente presencia del árbol. Pero cuando Dawn empieza a intimar con George, su nuevo jefe, el vínculo entre madre e hija amenaza con romperse. Incluso parece que el árbol esté de acuerdo con Simone cuando las ramas empiezan a infiltrarse en la casa y las raíces dañan los cimientos. La niña protesta, convencida de que van a cortar su árbol, instalándose entre las ramas más altas. Pero Dawn no permitirá que el árbol controle a su familia.
En definitiva, la historia de una niña que añora a su padre; de una mujer que va recuperando, despacio, el sentimiento de aferrarse a la vida; de un fantasma fantaseado; de un árbol que parece un ser animado… todo ello en medio de un páramo feroz del salvaje y desmesurado paisaje australiano, que puede ser interpretado como un reflejo de los sentimientos, pero también como una oposición a las convenciones sociales… Y por debajo de la historia, una reflexión sobre el luto, la partida, las «raíces», la feminidad, la ambigüedad, la complejidad y la riqueza de obligaciones de familia. Y es que, como afirma Julia Bertuccelli, «cuando ocurren cosas terribles no queda más remedio que vivir con el dolor, pero se puede transformar y usar esta emoción con creatividad. La imaginación es una herramienta asombrosa que sirve como refugio a la tristeza y como una forma de aceptar o superar la pérdida de los seres queridos».
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El Árbol